De caricias obligadas, cobardes sin alma y silencios espinados

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por Vanessa Cordero Duque

Sé de palabras que un día decidieron bajar tanto su volumen que quedaron raptadas bajo un silencio con nombre oculto. Sé de miradas perdidas en una llanura de soledad tan lejana que hacen resbalar el aire frío con tan solo rozarlas. Sé de culpas y culpables, pero desconozco la inconsciencia presa de esos sentidos capaces de asediar con la más negra hiel el vuelo de unas alas blancas,que ahora solo brillaran como diez cuchillos afilados cuando alguien, por sorpresa, aparezca ante ella.

Mis emociones han sido vencidas por la literatura, y sigo tratando de amoldar mi fragilidad a los ejes nublados de un mundo que me sigue diciendo no. La primavera se desploma, y la calima ensucia la luz mansa con la que trato, inútilmente, de voltear las interrogaciones de mi mente ruinosa y confundida como la verdad de ese testigo mudo y asustado.

Sé de manos frías, de salir a la calle y volver con los brazos inmóviles y el alma tejida por el ronroneo de una naturaleza humana que me arranca las ganas de vivir en un fugaz segundo. No sé, será que me faltan neuronas para llegar a comprender cómo la sinrazón y la perversidad de un corazón corrupto puede asfixiar la luna de las vidas de tantos inocentes. Se me cae el pulso al suelo, y las llagas del ayer se me vuelven a abrir. Siento que no soy yo y trato, torpemente, de sanarme mientras que la puerta de la realidad se entreabre mostrándome la verdadera cara de una sociedad enferma y sin escrúpulos.

Se suceden los nombres, los cuerpos, hoy una monja que, como si se tratara de un juego de azar, seleccionaba niños con hipoacusia para que los sacerdotes abusaran de ellos manchándoles esa dulce inocencia que ya nunca podrían volver a recuperar.  Los observaba, y los más tímidos y frágiles eran los elegidos para, después de volcar sus frustraciones y bajos instintos en ellos, dejarlos muertos en vida. Porque así es, esos niños nunca serán libres, hoy viven atrapados en una piel que se encoge hacia dentro cuando alguien se le acerca demasiado,  han de luchar a cada instante para apretujarse las lágrimas y no mostrarlas ante un universo que castiga la fragilidad, sí, ellos aprendieron demasiado pronto a no creer en las voces de quienes prometían cuidarles y quererles, son el sabor a sal de un grito silenciado y oprimido por bestias, supervivientes de un desastre tatuado entre la piel y el alma que no los dejará descansar.

Una noche, cinco seres de sexo masculino (llamarlos hombres me parece un halago demasiado generoso e injusto para los que de verdad lo son) y sus deseos más primarios y canallas dejaron el vientre de una mujer dormido para siempre. Depredadores jaleados por la oscuridad, miserables vanidosos fingidores de una nula hombría con la que creyeron ser dueños de un cuerpo al que hicieron, injustamente,blanco inocente de sus mezquinos antojos. Ella ya no reirá cuando la mire un chico. Al menos no lo hará de la misma manera.Ya no.Ahora un viento frío en su nuca le devolverá a esa maldita noche, a las sucias manos con las que llenaron su vagina, corazón y cerebro de insultos apestados de vino y cobardía. Esa mujer hablará menos, llorará más y seguirá, después de mucho tiempo, frotando su piel con fuerza en la ducha para intentar que desaparezcan los rostros, los suspiros, la saliva y los dedos de aquellos a los que jamás invitó a naufragar en los vaivenes de su piel. Se mirará al espejo y no se reconocerá. Le crecerá la desconfianza por debajo de las uñas, se esconderá del mundo cuando los que debían esconderse son los que se jactan de ser héroes mancillando la voluntad y confianza de alguien que el destino insensible eligió para cruzar en su camino esa maldita madrugada. Pero no, ella sabe que no será suficiente, que ni el agua, ni las pastillas, ni las heridas autoinfligidas con el solo deseo de olvidar borrarán el horror, ella sabe que deberá aprender a vivir con ello, con el blindaje acomodado a su alma y su cuerpo, con sus dudas y vacíos, con las pesadillas desarropando noches que no acaban, y sobre todo, con la esperanza escondida entre su pecho y sus puños cerrados pugnando por salir del pozo de sus recuerdos cada mañana.

Sé de palabras, de silencios que se internan entre las costillas, de las grietas de un mal sueño que es una realidad regada de sangre, sé que no hay que callar, que gritando lograremos que el mundo nazca de nuevo. También sé que estas palabras son el fruto de una ansiedad arrodillada al borde del precipicio de la soledad. Amarillos y rojos con vetas grises, así son los nudos de mi garganta, con piedras y hojas secas entorpeciéndome la lengua, y con un séquito de rabia y vergüenza contusionando mis labios. Hay días que nos duele la memoria, que la realidad nos cae como una piedra sobre nuestros hombros, y no sabemos si correr hacia la orilla que nos salve, o quedarnos para intentar llegar a tiempo a otras vidas y, quizás lograr que ningún depredador más llene las emociones de nadie de serpientes negras que ya nunca volverán a despegarse de sus entrañas.

Cuando llueva el silencio en la mediodía de la calidez de un niño, una niña, una mujer (qué más da…) deja que te hablen sus ojos, sus gestos, su alma… Escúchale, enséñale desde pequeño/a a proteger su cuerpo, a que su piel siempre huela a vida, a ilusión, a risas y sueños, a abrazos puros y caricias deseadas háblale, deja que te hable, que te cuente sus miedos, sus calmas e incendios, su verdad… Seamos solo uno cuando las sombras de lo maldito se empeñen en arrancarnos de cuajo la dignidad que todo ser humano merece mantener intacta… Que no te confundan, que el deseo jamás camina de la mano de la violencia y el abuso… nunca… Habla, habla, siempre, porque sé de palabras que pueden ser descanso de los huracanes que hoy te llevan a temblar lejos de todos, y lo que aún es peor, lejos de la persona que fuiste tiempo atrás cuando los árboles no ocultaban placeres prohibidos, los portales no eran la tierra donde esperaban las garras del lobo a su presa,y tú, tú eras un tiovivo de sonrisas, con muñecas en palacios y no fantasmas llenando tus insomnios de ansiolíticos, eras un pétalo de rosa en una ciudad sin trampas ni secretos que ocultar, un verano sin las piernas escondidas aún sudando cuarenta grados, la libertad sin utopías, solo y simplemente lo que jamás debiste dejar de ser a destiempo… un/a niña/o…