por Alonso Marín Caballero | Un buen montijano
Valor energético y algo más…
Que cada vez nos cuidamos más no es ninguna noticia y ya no sorprende a nadie. Cada vez estamos más concienciados con intentar llevar una vida lo más sana posible y eso nos lleva a estar cada vez más pendientes de nuestra actividad física y de todo lo que ingerimos ya sea comida o bebida.
Pues bien, el otro día estando en un supermercado haciendo mi compra habitual, me paré a observar el envase de un alimento al azar de tantos que llevaba en mi carro y estuve viendo por ejemplo su composición, su información nutricional o su aporte energético y automáticamente se me vino a la cabeza una reflexión sobre TODO ESO DE MÁS, que nos aportan determinados alimentos y que no está en esas tablas.
Es decir, yo sé científicamente todas las kilocalorías que me aportan uno o dos paquetes de palomitas, pero ¿alguien se ha parado a pensar el “VALOR ENERGÉTICO” que me aporta como padre compartir esas palomitas con mis hijos mientras vemos una película? Esas palomitas seguramente me estén aportando muchísimas “grasas saturadas”, pero lo que nadie me podrá calcular nunca por ejemplo es lo mucho que estoy engordando o lo ancho que me estoy poniendo como padre al compartir esos momentos con mis hijos.
Otro ejemplo es el bombardeo de todo lo que nos puede llegar a engordar el consumo del vino o cerveza acompañados de sus correspondientes aperitivos, pero ¿alguien se ha parado a calcular alguna vez las kilocalorías de buen rollo que me aporta tomarte una cerveza bien fresquita en una terraza con mi pareja o con amigos? Muchos “expertos” hablan con rotundidad de que la cerveza “te hincha”, pero ninguna tabla nutricional te dirá nunca que lo que también se inflama compartiendo esos momentos con gente que quieres, es nuestro ánimo y nuestro corazón.
“¡¡Madre mía lo que engordan los churros!! Una masa a base de harina, agua y sal y frita en abundante aceite y encima te los tomas con un buen tazón de chocolate…..eso es una bomba nutricional”.
El que dice eso, NUNCA se ha levantado temprano para hacer cola y comprar una docena de churros; NUNCA ha llegado a casa antes de que se despierte su familia y NUNCA ha preparado la mesa para que cuando todos se levanten, se encuentren esos churros en una fuente rodeados con unos tazones de chocolate para compartir en familia. Empezar así un domingo puede ser que te haga “poner kilos”, pero nadie me podrá negar que cada gramo de más que engorde de esta forma, será de FELICIDAD y estará más que justificado.
Sé de muchos profesionales que podrían decirme con una exactitud enorme, la cantidad de hidratos de carbono, proteínas, grasas, azúcares, fibra y colesterol, que podría llegar a consumir durante una barbacoa o una paella en el campo con la familia o con amigos, pero no conozco a nadie que se aproxime ni de lejos, al “VALOR ENERGÉTICO” que me pueden llegar a aportar emocionalmente esos momentos en los que estoy rodeado de la gente que quiero.
Por supuesto que con esta reflexión NO quiero hacer apología ni del alcoholismo ni del consumo descontrolado de productos más o menos saludables, pero lo que SÍ quiero dejar claro, es que hay ciertos momentos en la vida donde debemos dejar a un lado nuestra obsesión por la salud física y darle la importancia que se merece a nuestra salud emocional. Está claro que hay bebidas y alimentos que con un consumo desproporcionado pueden ser nocivos para nuestra salud, pero también debemos tener en cuenta que muchas veces, esos mismos productos consumidos en un entorno adecuado y rodeados de las personas apropiadas, nos pueden llegar a aportar una cantidad enorme de nutrientes para nuestra mente y nuestra alma.
Resumiendo, no debemos olvidar que nuestro cuerpo se nutre con bebidas y alimentos, pero nuestra mente se nutre de vivencias y de momentos. Por supuesto que debemos estar pendientes y controlar nuestra obesidad física, pero también debemos prestar mucha atención a nuestras “anemias” emocionales.
Ahí lo dejo…