por Alfonso Pinilla
El 10 de mayo de 1973 se aprobó el Decreto por el cual se creaba una Universidad en extremadura, con los estudios de “letras” situados en Cáceres y los de “ciencias” en Badajoz
A lo largo del siglo XIX hubo infructuosos intentos de instalar centros universitarios en nuestra región, pero tanto la falta de financiación como la incapacidad de una sociedad sumida en la pobreza y la ignorancia, imposibilitaron la concreción de esas iniciativas.
Más que Facultades, en Extremadura faltaban escuelas en el ochocientos.
Será en las postrimerías del franquismo cuando la Universidad llegue a Extremadura. Primero a Badajoz, con la Facultad de Ciencias en 1968, dependiente de la Universidad de Sevilla; y después a Cáceres, con un Colegio Universitario que pronto se convertirá en Facultad de Filosofía y Letras, perteneciente a la Universidad de Salamanca. Los catedráticos José María Viguera y Ricardo Senabre dirigirán, respectivamente, estos primeros centros sobre los que se construirá la futura Universidad de Extremadura.
La creación de la Universidad llegaría en 1973, con aquel Decreto fundacional donde ya estaba sembrada la semilla de la división. Badajoz y Cáceres, siempre en liza, compitieron por atraer facultades y titulaciones, hasta poner en peligro tanto la viabilidad de la Universidad como nuestro Estatuto de Autonomía. La tensión alcanzó su máximo en 1982, cuando las dos provincias pugnaron por la instalación de la Facultad de Veterinaria en sus respectivas capitales. En principio, el gobierno había anunciado que se crearía una Facultad de Empresariales en Badajoz y una de Veterinaria en Cáceres, lo cual rompía la lógica de que “las humanidades” quedarían en la capital cacereña y “las ciencias puras” en la pacense. Cuando el gobierno dejó de hablar de la Facultad de Empresariales y parecía que sólo se concedería una Facultad, la de Veterinaria, a la Universidad de Extremadura, las dos provincias desenfundaron sus espadas.
Hasta el Estatuto de Autonomía que se estaba negociando en aquel verano de 1982 corrió peligro, pues el alcalde cacereño y el presidente de la Diputación solicitaron anular el acuerdo de adhesión suscrito por Cáceres para forjar una Comunidad Autónoma en Extremadura.
Las revueltas aguas volvieron a su cauce tras ese tenso verano y, finalmente, el gobierno concedió la Facultad de Empresariales a Badajoz y la de Veterinaria a Cáceres. Así nació nuestra Universidad, con una lógica siamesa que estaba bien resumida en una anécdota que contó Andrés Chordi Corbo, primer rector electo de la UEx en 1977. La Fundación March ofreció a Chordi un piano para que se instalara en algún edificio de la UEx, pero el rector lo tenía claro y respondió: “Si no me dais dos pianos, prefiero quedarme sin ninguno”.
Esta lógica siamesa introdujo división, pero también garantizó la expansión y multiplicación, a veces absurda, de los mismos títulos en las dos capitales de provincia. A partir de ahí, las dificultades fueron limándose y la Universidad se convirtió en auténtico elemento de integración y desarrollo regional, uno de los más importantes que se han dado en Extremadura desde su nacimiento como Comunidad Autónoma. Cuando las competencias en materia de educación superior fueron cedidas a las Autonomías, en 1995, la financiación de la UEx pasó a depender de la Junta. El presidente del gobierno autonómico, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, impulsó la creación de nuevas titulaciones y el entonces rector, César Chaparro, recogió el guante, de tal manera que se crearon 38 nuevos títulos. El problema vino después, cuando hubo que financiar el crecimiento.
Algo parecido ocurrió a partir de 1999, momento a partir del cual las Universidades españolas iniciaron su integración en “el Plan Bolonia”, un Espacio Europeo de Educación Superior que pretende homologar títulos y estudios dentro de la Unión. Un plan estupendo sobre el papel, pero sin financiación viable, que se está aplicando a pesar de estas dificultades. Hoy, la UEx capitanea una Alianza de nueve universidades europeas bajo el proyecto EU-GREEN, que ofertará estudios conjuntos y favorecerá la movilidad de estudiantes y profesores dentro de este “campus europeo”. Pasamos, pues, del enfrentamiento provinciano de los primeros años al liderazgo de proyectos de integración supranacional en el presente. El avance es considerable, aunque no exento de riesgos.
En estos 50 años de vida, la UEx es una universidad pequeña, pero prestigiosa, que seguirá avanzando si es fiel a los dos principios que inspiran el quehacer científico: la humildad y el realismo.