Brexit

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Diario de campaña


por Alfonso Pinilla


 

Al día siguiente de la votación que condujo al Brexit, se dispararon en el Reino Unido las consultas, a través de Google, sobre qué era eso de la Unión Europea. Ello constataba que los ciudadanos británicos no sabían exactamente qué, o contra qué, habían votado. Lo cual demuestra dos cuestiones: una, que los referenda los carga el diablo; y dos, que votamos más con las vísceras que con la razón, sin informarnos seriamente de las alternativas sobre la mesa antes de acudir a la urna. Y aquél fiasco seguimos pagándolo aún en forma de incertidumbre manifiesta, parálisis inaguantable y aburrimiento supino. Esa nación, cuna de la democracia, hoy es el quiero y no debo irme de unas instituciones comunitarias que le han dado más a Londres de lo que Londres ha aportado. Además del nuevo lío que supondría el establecimiento de una frontera dura entre las dos Irlandas, muchos países europeos, como España, sufriríamos el Brexit en forma de contracción de nuestras exportaciones. Y no estamos para introducir más zozobra cuando en lontananza se incuban vientos huracanados. Lo más vergonzoso es que, si sale el acuerdo de Brexit propuesto por May a costa de su propia dimisión como “premier”, se demostrará que la parálisis recetada a toda Europa por el Reino Unido se debe a sus luchas políticas intestinas. Tan simple, doméstico y chusco como eso. La única luz en el tedioso proceso es la firmeza de los veintisiete al trazar, para el enemigo que huye, puente de plata. Al fin y al cabo el pueblo habló: “Brexit is Brexit”.