por Alfonso Marín Caballero
Normalmente el concepto de “ESPERA” se asocia a las personas y en muchos casos también a los animales, pero nunca se suele utilizar para referirse a cosas o espacios. Pues bien, hay un lugar en cada uno de nuestros pueblos y ciudades que está en continuo estado de “Espera”, un lugar donde el tiempo no se mide en horas y un lugar donde la espera no es sinónimo de paciencia, porque la paciencia en este lugar ya carece de sentido.
Este lugar no es otro que los cementerios. Pequeños pueblos a las afueras de los pueblos. Recintos de culto, de peregrinación, de visita necesaria para muchos, obligada para algunos ó dejados en el olvido para otros.
Visitas llenas de ceremonia, donde el tránsito de vecinos “da vida” a unas calles inundadas de silencio y donde un simple cruce de miradas hace las veces de saludo y de pésame al mismo tiempo.
Visitas que al principio son de RABIA, de DOLOR, de SUFRIMIENTO…, pero que el paso de los años las va convirtiendo en visitas de ACEPTACIÓN, RESIGNACIÓN, AÑORANZA y TRISTEZA.
Visitas donde el itinerario ya está marcado desde que se entra por la puerta y donde lamentablemente, el paso el tiempo va modificando y ampliando el número de paradas. Paradas donde se REZA con el corazón. Donde se conceden PERDONES más desgarradores que en muchos confesionarios. Donde se piden EXPLICACIONES con más intensidad que en muchos juicios. Donde se escuchan TE QUIEROS más sinceros que en muchas bodas. Y donde los labios calientes dan besos de VERDADERO AMOR sobre lápidas frías.
Lápidas que responden con quietud a la única pregunta que se les hace: ¿POR QUÉ?
¿Por qué TÚ? ¿Por qué ASÍ? ¿Por qué AHORA?
Lápidas llenas de flores, pero también llenas de realidad. La misma realidad que nos demuestra cada día, que el hecho de estar vivos en un regalo. Que el hecho de tener salud es un regalo. Que el hecho de poder hablar, abrazar, sentir, besar ó mirar una vez más a la persona que quieres, es el mayor de los regalos que tenemos y que muchas veces NO valoramos.
Los cementerios están ahí para que podamos visitar a nuestros difuntos, pero también están ahí para recordarnos que todos tenemos un lugar esperándonos entre sus muros y que mientras nuestras visitas sigan siendo de ida y vuelta, debemos disfrutar de nuestras vidas todo lo que podamos; SE LO DEBEMOS a todos nuestros familiares allí enterrados, los visitemos o no.
Ahí lo dejo…