Perdón

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Diario de campaña


por Alfonso Pinilla


 

El presidente de México, López Obrador, acaba de exigir que el Rey Felipe VI y el Papa pidan perdón por la conquista española de América. Absurdo, pero muy propio del populismo. Como en cualquier proceso de conquista, el drama de la guerra, con su salvaje cuota de sangre, estuvo presente en el alborear de aquél imperio español. Así ocurrió con Roma y, mucho más tarde, con Gran Bretaña. Y, también como en cualquier proceso de dominio de una civilización más avanzada –tecnológica y científicamente– sobre otra, los saltos cualitativos experimentados por los conquistados tras la llegada de los conquistadores tampoco se pueden obviar. La Historia humana es inevitable claroscuro. Pero, sobre todo, no hay que pedir perdón a México por la sencilla razón de que México no existía cuando Cortés conquistó Tenochtitlán en 1521. Esta ciudad de más de doscientos mil habitantes era capital del imperio azteca que, con mano de hierro, explotaba aquellas tierras antes de la llegada de Cortés, aplastando a sus más desfavorecidos moradores: totonacas y tlaxcaltecas. Con 500 soldados, 100 marineros, 30 caballos, 10 cañones y el apoyo de los rebeldes contra el yugo azteca, la ciudad de doscientos mil habitantes cayó. Si Cortés hubiera sido estadounidense, ya tendrían Disney, Hollywood, Marvel un nuevo héroe cinematográfico con el que reventar taquillas en todo el mundo (incluida España, por supuesto). Por tanto, siendo rigurosos, haría bien Obrador en exigir que los propios mexicanos se perdonaran entre sí por haberse exterminado unos a otros –sacrificios humanos incluidos– antes de la llegada española. Así de absurda es la “justicia retrospectiva”.

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