Felipe de Ribas: Montijo entre Mesa, Montañés y Alonso Cano a través del Dulce Nombre de Jesús
“Por otro lado (profesor Julio Aróstegui) define las historias sectoriales, donde el objeto del análisis histórico se centre en elementos parciales y concretos de la realidad (economía, política, sociedad, etc.). Se trata, en definitiva, de una aproximación analítica a un segmento de la realidad (económica, sociedad, política, mentalidad, etc.), en este caso, de la historia local”.
Miguel Ángel Naranjo Sanguino y Manuel Roso Díaz[1]
Escribir de Historia… Perdón, escribir sobre algo histórico, no es tarea nada fácil. Personalmente lo considero algo muy serio, tremendamente responsable y altamente peligroso. El por qué y las razones para afirmar todo lo anterior nos exigiría ocupar un espacio diferente a éste y posiblemente en algún foro más específico dentro del mundo de la Metodología y la Didáctica de la Historia –aspectos que siempre me han interesado y mucho-.
Dentro de este mundo de la Historia, hay un campo de estudio realmente estremecedor y que lleva a la reflexión de esa propuesta que los profesores Miguel Ángel Naranjo y Manuel Roso nos recuerdan en la cita inicial, la llamada historia local.
De Historia Local queremos hablarles a través de una serie de artículos que nacen de consideraciones, reflexiones y conclusiones que son fruto del “lujo” de poseer en Montijo un importante y rico patrimonio histórico-artístico que se centra en buena medida en el llamado arte religioso o arte sacro. Desde su mismo contenido intentaremos rehuir de conceptualizaciones teológicas-históricas si bien la Historia accede a ellas como ciencias auxiliares para poder contextualizar, analizar y explicar el por qué y para qué fueron creadas (Historia del Arte Sacro, Antropología Religiosa, Fenomenología de la Religión, Etnología, etc.).
Bajo el título general de Diálogos con la Historia, presentamos una serie de artículos que nos permitirán viajar por el tiempo histórico construyendo puentes de comunicación entre los siglos, especialmente desde esa expresión del arte anteriormente mencionado, el arte sacro o arte religioso y que igualmente nos derivará a ese campo de la Historia –que ya lo hemos tocado aquí otras veces- llamado Historia de las Mentalidades.
Tenemos en el templo parroquial de san Pedro Apóstol una gran muestra de todo ello y es por medio de una serie de hitos, de señales, de expresiones y de referencias, desde las cuales el investigador siente las ansias y ganas de dar respuesta a esas grandes preguntas: por qué y para qué, especialmente ahora que se está haciendo un esfuerzo enorme en esta comunidad parroquial por conservar y preservar este patrimonio histórico-artístico del que venimos hablando.
Lo hacemos en estos tres estudios y desde ellos poder literalmente andar el interior y el exterior de este singular edificio. En el exterior o lo que es lo mismo desde su forma arquitectónica, lo veremos en una serie de manifestaciones iconográficas que pasan desapercibidas para la gran mayoría de nosotros. En su interior, la riqueza de sus retablos con una rica iconografía y con un excelente lenguaje lleno de pedagogía para un pueblo (el montijano), que en los siglos XVII y XVIII (en este caso), supo entender, comprender y expresar lo que sentía desde su fe a través del arte. También desde dentro nos sabe hablar el templo parroquial de San Pedro a través de sus formas arquitectónicas.
Esta trilogía se compone de un primer y merecido reconocimiento al montijano y doctor en Historia del Arte don Rafael Ramos Sosa[2] sin el cual, el análisis carecería de sentido y la rigurosidad a la hora de conocer la imagen devocional del Dulce Nombre de Jesús. Se nos perdería mucho del sentido histórico que tiene y no hubiéramos encontrado respuesta a cuestiones que aún estaban en el aire. Tiempo tendremos de citar de manera muy concreta el aporte que el doctor Ramos Sosa hace para con nuestra historia local y comarcal. A él va dedicado este primer estudio, como reconocimiento a su labor investigadora vinculada a Montijo y la amable atención que nos ha prestado desde el primero momento.
El segundo de los estudios gira en torno a la expresión pictórica que aparece en el retablo que hoy conocemos como Virgen del Rosario, precisamente donde se ubica la imagen de Niño Dios estudiada por Ramos Sosa y que nos conecta a Montijo con una magistral clase sobre Historia y Teología de la mano de San Francisco de Asís, San Antonio de Padua y Santo Domingo de Guzmán.
El tercero y último de los mencionados artículos que componen nuestro particular diálogo con la Historia, es lo que podríamos llamar el lenguaje iconográfico oculto, desconocido para la gran mayoría de los montijanos pero que está latente, presente y visible en las paredes del templo. Un templo que nos mira desde el exterior y que nos habla estableciendo así un vínculo de eterna unidad e invitándonos a que continuemos esa conexión con un mismo lenguaje arquitectónico en su interior igualmente lleno de símbolos, imágenes y referencias históricas.
Felipe de Ribas (1609-1648): en el círculo de Mesa, Montañés y Alonso Cano
Rafael Ramos Sosa, en las actas de un coloquio internacional en torno al Niño Jesús[3], señala que las llamadas Cofradías del Dulce Nombre de Jesús fueron protagonistas de un enorme impulso en torno a la devoción del Niño Dios y que un ejemplo de ello lo podemos encontrar en Montijo en la cofradía del mismo nombre cuya imagen pudiera atribuirse a Felipe de Ribas (1609-1648). Ramos Sosa la ubica en el entorno de los años centrales del siglo XVII (c.1650), es decir, que de ser de Ribas sería de sus últimas obras, taller y entorno del artista: “Otros casos surgirían al margen de los dominicos, como la del Dulce Nombre de Jesús de Montijo (c.1750) y de la que tal vez fuera titular la escultura inédita de escuela sevillana aún conservada en la parroquia de San Pedro. Puede atribuirse a Felipe de Ribas, hacia 1650”[4].
Posiblemente contemos en Montijo con una imagen nacida de las manos de uno de los imagineros que se movió como aprendiz en talleres dirigidos nada más y nada menos que por Juan de Mesa (1583-1627), con lo cual hablamos del autor de entre otras obras del Cristo de la Buena Muerte (catedral de Sevilla), Jesús del Gran Poder (Basílica del mismo nombre, Sevilla), el Cristo del Amor (Iglesia Colegial del Divino Salvador, Sevilla) o el Santísimo Cristo de la Conversión (Hermandad de Montserrat de Sevilla). Pero igualmente mantuvo estrecha relación con Juan Martínez Montañés (1568-1649), autor por ejemplo del Cristo de los Cálices (Catedral de Sevilla) o de Jesús de Pasión (Iglesia Colegial del Divino Salvador, Sevilla) y con otro interesante imaginero que es Alonso Cano (1601-1667), de cuyas manos salieron obras como San Juan Bautista (Museo Nacional de Escultura) o la Inmaculada del facistol (Catedral de Granada).
Felipe de Ribas, el posible autor de nuestro Niño del Dulce Nombre de Jesús, fue esencialmente un arquitecto de retablos, pero también un excelente escultor que hasta el final de sus días atendió en su taller innumerables encargos que los tendría que terminar a partir de su muerte en 1648 su hermano Francisco Dionisio de Ribas.
¿Qué Se Pretendía Con Estas Devociones?
Sobradamente tenemos conocimiento de una cofradía del Dulce Nombre de Jesús en Montijo[5] que ya aparece recogida documentalmente en el Libro de Eclesiásticos del Catastro del Marqués de la Ensenada del año 1753[6], siendo párroco de San Pedro Apóstol don Fernando de Silva y Pantoja, Caballero del Hábito de Santiago. Sabemos de ella por ejemplo que era una cofradía que percibía importantes censos de bienes tales como casas en la calle Peñas, Acinco, Mérida, Porras, Peñas, Plaza, en el entorno del llamado Charco del Moro, Plazuela, calle de la Cárcel, Barranco, calle del Contorno, Papas, Santa Ana, así como huertas en el Ejido, en el sitio conocido como Balderregañas y Navas Luenga.
Pero no es mi intención contar la historia de dicha cofradía muy vinculada a la festividad del Corpus Christi ya que era sacada la imagen del Niño Jesús ese día en procesión. Queremos entender como he indicado antes, las conexiones de una serie de elementos plásticos que hacen coincidir un sentido histórico-teológico del mencionado retablo en el que esa imagen se encuentra actualmente.
Nos acercamos entonces al origen histórico de la devoción popular (Historia de las Mentalidades), al Niño Jesús y podemos observar dicha conexión con muchos elementos que posee el mencionado retablo de origen franciscano y que recientes estudios (en eso andamos), abren un posible camino hacia el maestro y entallador de la catedral de Badajoz Francisco Ruíz Amador (1676-1748), del que tendremos en otro momento oportunidad de hablar pues su huella y herencia en Montijo parece ser bastante amplia.
Volviendo a la devoción del Niño Jesús, sus representaciones parecen estar muy vinculadas a la espiritualidad y religiosidad que nace en el pueblo a partir del siglo XII, especialmente con el culto que impulsa Bernardo de Claraval (1090-1153): “auge del culto a la Virgen, aumento de los modos de devoción privada confesando los afectos íntimos en la contemplación de la vida y la muerte de Jesucristo. El acento pasa de la devoción a Cristo como Dios a Jesús como hombre; al mismo tiempo en la cultura de la época surge una nueva conciencia de la infancia en la que se afirma el valor del individuo, de la persona en particular”[7].
De esta forma tendremos que esperar al siglo XIII cuando de la mano del franciscanismo se impulsarán esta devoción como forma y manera de diálogo íntimo con Cristo. Así como nosotros, abrimos de igual manera y con este contenido la puerta hacia nuestro segundo estudio en estos Diálogos con la Historia, estudios que nos conducirá a la iconografía del retablo donde se encuentra la imagen.
Notas
[1] M. A. Naranjo Sanguino y M. Roso Díaz, Un modelo metodológico de historia local. Revista de Estudios Extremeños, 2018, Tomo LXXIV, Nº. II, pp. 1129-1154
[2] Rafael Ramos Sosa es natural de Montijo. Doctor en Historia del Arte. Profesor Titular en la Universidad de Sevilla, Departamento de Historia del Arte. Pertenece al Grupo de Investigación del Patrimonio Artístico Andaluz y ha dirigido y codirigido numerosas tesis doctorales, así como participa en numerosos proyectos de investigación para la Universidad de Sevilla.
[3] R. Ramos Sosa, Actas del Coloquio Internacional el Niño Jesús y la infancia en las artes plásticas, siglos XV al XVII, pág. 327. Dicho coloquio nació con motivo del IV centenario del Niño Jesús del Sagrario (1606-2006) de la Pontificia Archicofradía del Santísimo Sacramento del Sagrario de la Catedral de Sevilla y cuya dirección científica y coordinación corrió a cargo del propio Rafael Ramos Sosa (Sevilla, 22 – 24 de noviembre de 2006).
[4] Ídem, 327.
[5] De esta cofradía se poseen los libros de fábrica para los años 1759-1828 que se encuentran actualmente en los llamados Archivos Eclesiásticos de Mérida-Badajoz creados en el año 2006 y que forman parte de los fondos documentales parroquiales de San Pedro Apóstol.
[6] Archivo Histórico Municipal de Montijo. Sección: Hacienda. Año 1753.
[7] R. Ramos Sosa, Actas del Coloquio Internacional el Niño Jesús y la infancia en las artes plásticas, siglos XV al XVII, pág. 321.