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Diario de campaña


por Alfonso Pinilla


 

Es inútil apelar a la racionalidad en el voto, porque al convertirse la política en liza deportiva, valen más las pasiones que las razones. El forofo predomina, y al forofo no le importan los argumentos, ni el contraste ni la comparación; no le importa más verdad que la suya. Se guía por instinto y probablemente no piensa en las elecciones hasta el día del partido, cuando tiene que acudir a la urna quizá muy a su pesar. Por su parte, el individuo más importante para el político actual es su asesor, publicista que huele los vientos del mercado electoral y adecúa el perfil de su candidato al vendaval de lo políticamente correcto, de las modas discursivas y de la imagen, esa dulce dictadora. Continente sin contenido, hoy el político más parece un maniquí que un hombre con alma, moral e ideas. Lo más peligroso de todo es que esta democracia banal gestiona el destino de millones de personas, infantilizadas hasta el extremo por esa desmedida potenciación de las pasiones sin razones. La Historia demuestra que cuando la democracia se banaliza, se infantiliza y se convierte en un mero partido de fútbol pierde su sentido. Y por eso llegan las dictaduras.