Lección de Historia para la corporación municipal de Montijo

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por Chema Álvarez

El Ayuntamiento de Montijo ha decidido en el último pleno de febrero cambiar el nombre de la calle Legión por el de calle Legión.

Para fundamentar este ingenioso cambio, el secretario municipal leyó -desprovisto del ardor guerrero que requería la ocasión- un panegírico del actual cuerpo belicista legionario redactado a propuesta de concejales del PSOE y del PP, seguramente enardecidos tras la difusión urbi et orbe de la bodrioletra de Marta Sánchez para el himno nacional.

El relato de tal fundamento pasa por alabar la intervención de la Legión en la antigua ex Yugoslavia, donde recibió su bautizo de fuego a principios de los años 90 bajo el nombre de UNPROFOR, Fuerzas de Protección de Naciones Unidas. Tantos años después, ya es más que sabido cómo se desarrolló aquella misión que envió al este de Europa una carne de cañón que acabó, tristemente, con la muerte de cinco personas y que sólo buscaba hacer un hueco al Estado español en los nuevos escenarios internacionales creados tras el fin de la Guerra Fría.

Lo más criticable de la misión española y aún no explicado adecuadamente por quienes allí la mandaron fue su pasividad frente a la limpieza étnica que las fuerzas croatas llevaron a cabo en Herzegovina occidental, zona sujeta a la protección de la legión española bajo su nuevo uniforme de “cascos azules”.

En mayo de 1993, seis meses después de la llegada de estos legionarios, la milicia y el ejército croata establecieron en un radio de 15 km del campamento español (en el valle del río Neretva, cerca de Mostar) campos de concentración donde internaron a los bosnios. Según la misma comisión de Derechos Humanos de la ONU, 15.000 personas –algo así como todo el pueblo de Montijo- permanecieron recluidas en estos campos en condiciones de “abrumadora brutalidad y degradación”, donde las torturas y ejecuciones sumarias eran frecuentes.

En torno a aquel campamento español y ante la pasividad de los acampados, el HV-HVO (milicias y ejército croata) inició una limpieza étnica contra los musulmanes consistente en la destrucción sistemática de las mezquitas de los alrededores, tácticas de terror contra la población civil y desplazamiento de la misma.

También en mayo de 1993, justo una hora antes de que las tropas croatas fueran a entrar en Mostar, una ciudad de más de 100.000 habitantes sujeta a la protección de los legionarios cascos azules, este UNPROFOR cuya labor tanto se alaba en el pleno, integrado por la legión española, abandonó la ciudad a su suerte, argumentando el entonces ministro de Defensa español que se retiraban por la falta de seguridad de la zona (poco antes, desafortunadamente, habían muerto dos oficiales españoles y eso era muy mala prensa para nuestra política intervencionista).

La población civil de Mostar no fue informada del abandono por parte de UNPROFOR. Alija Bejram, periodista y director de la Televisión en Mostar, explicó así lo sucedido:

«Al igual que en el resto de Bosnia, UNPROFOR sirvió de testigo de los dramáticos acontecimientos en Mostar, planteando importantes preguntas sobre su papel y dejando amargos sentimientos que el pueblo de Mostar tardará en olvidar. Una hora antes del ataque croata del nueve de mayo, el batallón español abandonó su posición en la carretera principal a Mostar, no dando ningún aviso a la población civil de la posibilidad del ataque. Poco después, las fuerzas croatas establecieron diversos campos para miles de bosnios dentro de la zona patrullada por las fuerzas españolas. Especialmente durante los tres meses de asedio de mayo a julio de 1993, los civiles de la margen izquierda morían de hambre mientras UNPROFOR ’observaba’ desde las colinas. El nuevo comandante español declaró no tener conocimiento de lo ocurrido anteriormente”.

De todos es sabido que los cascos azules, por lo general, beneficiaron durante aquella guerra las acciones criminales de los serbios, tal y como sucedió con el genocidio llevado en apenas unas horas en Srebrenica en junio de 1995, donde más de 8000 personas (niños entre ellos) murieron a manos de la milicia serbia ante la pasividad, consentimiento y posible complicidad de los cascos azules holandeses.

Cambiar el nombre de la calle Legión en Montijo, llamada así en honor al cuerpo golpista que protagonizó en 1936 la Matanza de Badajoz, por el de calle Legión en virtud de un más que cuestionado afán humanitario bajo manu militari es, cuando menos, hacer alarde de una supina ignorancia o interesado desconocimiento, seguramente documentado en la Wikipedia o en la Revista de Defensa, ajeno a cualquier principio moral de honradez y reconocimiento frente a las víctimas de las guerras y sus ejércitos