Limpiadoras y conductores en el Ayuntamiento de Montijo

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por Chema Álvarez

Uno, que suele leer todo lo que le ponen por delante, no puede evitar que los ojos le hagan chiribitas cuando lee documentos como el publicado por el Ayuntamiento de Montijo con las bases reguladoras de la bolsa temporal de empleo.

Aparte de la declaración que supone dicho documento del reconocido fracaso frente al mal del paro, negro sobre blanco de una política que asume la gestión de la caridad institucional, el mismo esconde entre sus líneas ese ejercicio sexista del lenguaje que califica al empleo según el género, y atribuye a sus aspirantes idóneos la condición biológica del sexo.

Así, mientras la redacción del documento trata de incluir (hacer presente, nombrar, manifestar…) tanto el masculino (en primer lugar) como el femenino (en segundo), mediante el socorrido uso de la barra inclinada (o/a), en la categoría que se refiere a la contratación de personal de limpieza hace una excepción, y en vez de mantener ese orden, en este caso se hace al revés, y se sitúa primero al femenino y después al masculino, de modo que se contratan categorías de “limpiadora/o edificios públicos” (sic). La misma excepcionalidad se da con la categoría de “Conductor de vehículos (camiones, grúas)” (sic), donde directamente desaparece el femenino. Hay que decir, además, que este uso no se da con ninguna otra categoría: Operarios/as, oficial/a, etc.

Podríamos pensar, visto que se trata de un documento administrativo, que estamos ante un simple gazapo, un error tipográfico, tal vez un lapsus calami no intencionado, inocente como la mano de un niño o de una niña, pero mucho me temo que detrás de semejante error se esconde el fundamento entero (valga la redundancia), la razón de ser, la evidencia del sexismo en el lenguaje o, mejor dicho, de un uso sexista del lenguaje, porque este último, al fin y al cabo, no tiene culpa de que quien lo usa lo haga de forma incorrecta, quizás porque nunca aprendió a leerlo, hablarlo y escribirlo de modo adecuado, o quizás en la convicción de que limpiadoras sólo pueden ser las mujeres y conductores los hombres, sobre todo si lo son de grúas y camiones.

Tal vez haya a quien todo esto le parezca una perogrullada, una lamentable pérdida de tiempo y esfuerzo en señalar a la administración pública que debe cuidar estas cosas, pero le guste o no en estas nimiedades está el quid del asunto, el intríngulis si lo prefiere, en estos detalles casi imperceptibles que cuesta poco corregir y que, cuando se corrigen, revelan la presencia de una administración concienciada con la cuestión de género, por no hablar de la cuestión del machismo, que no sólo manifiesta la necesidad de cambiar las cosas con minutos de silencio a las puertas del ayuntamiento.