Los aparcamientos del atrio de Montijo

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por Chema Álvarez

El Ayuntamiento de Montijo ha anunciado a bombo y platillo la apertura de los aparcamientos del mal llamado “atrio de la Iglesia de San Pedro”, el estacionamiento que hay en las traseras del edificio religioso y que más bien debería ser llamado “aparcamiento de la Plaza Campo de la Iglesia” o “aparcamientos del atrio”, a secas.

Pero no es únicamente en la denominación eclesial del lugar donde peca el Ayuntamiento y quienes lo gobiernan, tan amigos de las cosas de la Iglesia, sino en la provisión de plazas para conductores con discapacidad reconocida: sólo han sido reservadas dos plazas azules para discapacidad entre las sesenta y pico que se han señalizado.

Claro está que el Ayuntamiento de Montijo, dispuesto como siempre a ser más papista que el papa, ha atendido a la norma que dice que “Los ayuntamientos adoptarán las medidas adecuadas para facilitar el estacionamiento de los vehículos automóviles pertenecientes a personas con problemas graves de movilidad, por razón de su discapacidad” (artículo 30 de la Ley General de Derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social) que recientemente exige su cumplimiento a rajatabla a las administraciones públicas, pero que, por desgracia, no establece la proporcionalidad de dichas plazas con respecto a las de estacionamiento normal.

Aunque lleva 10 años sin renovarse (lo que es de vergüenza) el censo actual de personas con discapacidad está establecido en el 8,5% de la población total de nuestro país, lo que hace que, prácticamente, una de cada 11 personas la sufra. Según estas cuentas y si el Ayuntamiento fuera realmente consciente de la necesidad de quien tiene una discapacidad, habría establecido un mínimo de 5 plazas (mejor 6) de estacionamiento para personas con diversidad funcional.

Pero no: ha pintado sólo dos plazas, una a la entrada del aparcamiento del atrio y otra a la salida. Y va que chuta. Es de suponer que la concejalía, servicio o funcionario encargado de señalar con cicatería tales plazas se ha quedado tan pancho y contento por creer que así hace de buen samaritano, labor que se agradece, aunque no estaría de más pensar en que, por desgracia y a pesar de los golpes de pecho que se dan algunos, esas plazas por lo general no se respetan cuando está el aparcamiento a tope (e incluso sin estarlo, pues de todo hay en la viña del Señor), y que ya de por sí son insuficientes, por no decir que son lo mínimo que se despacha, para facilitarle la vida a quien realmente las necesita.