Por ti…

Beatriz Mendoza Correa
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por Beatriz Mendoza Correa

Me llamo Beatriz y a mis 57 años puedo decir que he vivido y superado un proceso difícil y lento, sin embargo, nunca tiré la toalla y ahora estoy viviendo una segunda oportunidad. Siempre me ha gustado escribir y ahora me veo con ganas de compartir ese trozo de mi vida con otras personas, con la esperanza de que pueda aportar algo positivo a cualquiera de ellas, en algún sentido, ya sea a modo de reflexión, a modo de fuerza, de ganas, etc. He decidido compartir por tanto ese trozo de mi historia, que comienza el día 21 de febrero del año 2015:

Beatriz Mendoza Correa

Ese día, yo estaba en la cocina, recogí la mesa y todas las cosas. Cuando acabé, fui a sacar la basura. Al volver de nuevo a casa, sentí como un “nervio” que iba desde abajo hasta arriba de mi cuerpo, lo sentí todo, me agarré a la encimera y cuando ese “nervio” llegó arriba, hasta la cabeza, me caí. Estaba sufriendo un ICTUS. Entonces, mi hijo Javi sintió el porrazo y vino hasta a mí, se dio cuenta y llamó enseguida al 112 y vinieron muy rápido. Yo estaba tirada en la cocina cuando llegaron el médico y la enfermera, entonces me intentaron coger, pero finalmente tuvo que hacerlo mi hijo, que me llevó hasta la ambulancia. Llegamos al centro de salud, cogieron unas tijeras y me cortaron la ropa de arriba abajo y me hicieron de todo. Me hicieron los primeros auxilios. Luego me llevaron a Badajoz. De camino, la doctora estaba a mi lado y me decía que no cerrara los ojos. Yo no me movía nada, solamente tenía los ojos “derechos”, mirando hacia arriba. Cuando por fin llegamos al hospital de Badajoz, vi a mis hermanas, pero ya se me cerraron los ojos. Estuve dos días en la UVI. Allí, me vieron mi marido y mis dos hijos. Al tercer día, abrí los ojos y me pusieron en una habitación sola, una habitación monitorizada. Mientras estuve allí, solo entraban mis hermanas a darme la comida, que eran batidos. No me daba cuenta de casi nada. En esa habitación estuve tres días más o menos y cuando recuperé más conciencia, me pasaron enfrente, a una habitación normal. Recuerdo que había una mujer al lado y yo allí no hablaba nada, solo decía la palabra “macho”. El médico que me atendía allí le dijo a mi marido que ya no podría mover ni el brazo ni la pierna, y llegó llorando después de esa conversación. Entonces, mi hermana me sacó fuera al pasillo para entretenerme un rato y que no me enterara de esta situación. No me extrañé, dado que mi hermana Mari, me sacaba todos los días a pasear con una silla por el pasillo. Estuve 15 días en la planta y mi hermana Ramoni fue a hablar con la trabadora social para que pudiera entrar en Casaverde directamente, pero le decían que tenía que estar 15 días previamente en mi casa y después ya podría iniciar en Casaverde. Sin embargo, mis hermanas se pusieron todas de acuerdo y decían que no me podían llevar a casa, y lo conseguimos, por lo que pasé directamente a Casaverde, y mis hermanas se pusieron muy contentas, Mari, Ramoni y Ana, y mi marido también claro. Entonces llegó el día de irnos, ese día estaba conmigo mi hermana Mari y me acompañó en la ambulancia a Casaverde. Yo no sabía a donde iba, me agarré fuerte a mi hermana y le dije que no con la cabeza porque no podía hablar, sentía miedo porque pensé que me llevaban a un hogar.

Beatriz Mendoza Correa

En Casaverde, me trataron muy bien desde el principio. Cuando comencé allí, no caminaba, ni tampoco hablaba. Tenía fisioterapia con Celia y logopedia con Almudena, también tenía con Ana, una terapeuta ocupacional que me enseñaba a realizar actividades como vestirme sola o bañarme. Recuerdo que un día, cogí yo la ducha y lo puse todo chorreando y ese día me reía, puse a Ana empapada de agua… Desde que ingresé, estuve dos meses sin hablar y, durante ese tiempo, yo pensaba mucho en algo que le quería contar a mis hermanas. Fui recuperando la voz poco a poco y cuando volví a hablar, le dije a mi hermana “No quiero que te rías, pero te voy a contar una cosa” entonces empecé a contarle “Mama ha estado conmigo”, mi hermana se quedó callada y yo le conté lo que me había dicho mi madre cuando estaba en la UVI “Bea, mira, aquí estás por algo” yo me quedé seria, y ella me dijo “tienes dos opciones, o te vas con tu marido y tus hijos o te vienes conmigo, una de dos” y yo elegí volver con mi marido y mis hijos. A mí esto no se me iba de la cabeza y le dije a mi hermana que necesitaba contárselo también a la psicóloga, la cual me dijo que ese tipo de experiencias le pasaban a mucha gente en situaciones similares.

Beatriz Mendoza Correa

Fui en silla de ruedas durante cuatro meses más o menos. Al principio, comencé a ponerme de pie en el bipedestador, donde pasaba mucho tiempo. Después, Celia, la fisio, me asistía y me ayudaba a ir dando pasos, también comenzamos con las paralelas y las escaleras. Un día, me pusieron pesas en los pies y yo iba andando despacio, la fisio iba a mi lado y le dije venga, vamos a ver a mi hermano Atanasio y a su mujer Emma, que estaban ese día allí. Y así fui recuperando poco a poco la marcha. Con Celia también iba a la piscina, y a mí me daba miedo, pero ella me explicaba por qué me vendría bien. Mis hermanas me compraron dos bañadores muy bonitos y unas zapatillas rosas. Para entrar a la piscina, necesitaba usar una silla y la ayuda de dos personas, y entre las dos me asistían para entrar en el agua, y allí Celia trabajaba conmigo. Me ayudaba con una especie de flotador y le fui cogiendo el gusto. Estuve yendo a la piscina un mes, que me vino muy bien.

Beatriz Mendoza Correa

Mis hermanas venían al centro un día cada una y las llevaba y las traía mi hijo desde mi pueblo, Montijo. Mi marido venía a verme todos los días también. También tuve visitas de mis otros hermanos; de mis cuñados, José, Manolo y Félix, y de mis vecinas. También vino a verme varias veces Inés, la jefa de mi marido, con la que tenemos muy buena relación. Mi hijo Javi me daba paseos en silla de ruedas y me decía, cualquier día de estos te traigo el perro. Y un día que estaba fuera, ví que venía Javi con mi hermana y me dijo “mira lo que te traigo!” y me dio una gran alegría cuando vi aparecer a mi perro. Algún día, mi hijo Javi también vino a verme con su novia, Irene. Mi hermano Francisco al principio no se veía con fuerzas, pero finalmente, después de un tiempo, vino al centro. Cuando me vió, se echó a llorar, pero a mí me dio mucha alegría que viniera. Algo parecido le pasaba a mi sobrino Jesús, el hijo de Mari, al principio no conseguía entrar a verme, pero después de entrar la primera vez, ha venido a visitarme muchísimo. También vinieron un día Daniel, el otro hijo de mi hermana Mari y Corina, su mujer, que vinieron a presentarme a su bebé recién nacido, era muy bonito.

Un día, cuando llegó mi hermana Ana me encontró llorando y preguntó qué era lo que me pasaba y Ana, la terapeuta le contestó que me iba a ir con ella un ratito a su sala. Lo que me pasaba era que me frustraba que no me salieran las cosas. Recuerdo que ese día en la sala con Ana, estuvimos usando varios tornillos, que tenía que aflojar y apretar. Más adelante, me enseñó a tender, a doblar la ropa, etc., pero al principio se me caían las cosas. Sin embargo, poco a poco fui mejorando, incluso allí hice tortillas, hice gazpacho y empanadillas.

Beatriz Mendoza Correa

Después de un tiempo, comencé a irme a casa los fines de semana. Ya andaba con la muleta, que me compró mi hermana Mari y con el otro brazo iba agarrada de alguien. También podía hablar, aunque no muy bien. Los domingos a las 8 de la tarde ya estaba de vuelta en Casaverde para cenar. Todos los domingos me encontraba con Eva, que es también de Montijo. A ella la llevaba su padre, que solía esperarla junto a mis hermanas mientras nosotras tomábamos la cena. En Casaverde, había también una cristalera donde nos íbamos a sentar después de cenar y empezábamos a contarnos cosas. Solían estar mis hermanas, Maribí, una mujer de Cáceres que acompañaba a su marido, también Pedro, un hombre de Carmonita y también otro matrimonio, y nos reíamos mucho juntos, pasando así las horas entre la cena y el momento de irnos a dormir. Un día, yo vi que Pedro el de Carmonita se iba antes del comedor y le pregunté. Él me dijo que su mujer pedía pizza y se la traía al centro y después, se la comían en el comedor. Entonces, a mí me entraron muchas ganas también, después de tanto tiempo allí, y al final, nos unimos por lo menos diez familias, qué ricas estaban las pizzas, nos la comíamos en dos segundos. Pero un día, vino una auxiliar y nos encontró con las manos en la masa y se lo dijo a la jefa, entonces tuvimos que dejarlo porque tenía algunos riesgos, pero disfrutamos mucho mientras duró.

Recuerdo que otro día cualquiera estaba yo sentada con mi hermana Mari en un banco y ella me dijo “mira Bea, vienen los de la tele” y entonces un hombre se acercó a mí y me dijo que si podían hacerme una entrevista. Yo acepté y entonces me preguntaron sobre mi historia y mi proceso hasta ese momento y yo lo hice encantada. Ellos me grabaron y lo pusieron por la televisión, en Canal Extremadura. Ana la terapeuta ocupacional, nos reunió a varios en el comedor y puso la televisión para que pudiéramos ver mi reportaje.

Beatriz Mendoza Correa

En mi casa, ya andaba con un bastón, pero arriba a las habitaciones no podía subir, entonces, me prepararon una cama en el salón, donde venían mis hermanas y las visitas a verme. A veces, no se cabía en el salón.

Después de ocho meses en Casaverde, me dieron el alta y ya me trasladé de nuevo a casa, aunque sí continué dos meses más yendo a rehabilitación al centro por las mañanas. Iba y venía con la Cruz Roja.

Cuando volví a casa, mis hermanas, Ana y Mari, me hacían todo, un día se encargaba una y otro día otra. Pero lo que yo quería era hacer las cosas por mí misma, aunque no podía. Iba a tender la ropa y se me caían las pinzas, las tortillas me salían muy chiquininas, etc. Mi hermana me compró incluso un robot de cocina, donde empecé a preparar las comidas, y eso me facilitó mucho el cocinar. Para lo demás, yo me fui buscando la manera y fui probando poco a poco, pero no fue fácil. Un día, que estaban mi hijo y mi marido en casa, decidí ir al baño a asearme yo sola, pero me caí y mi hijo entró como pudo, me cogió por los brazos y me llevó a la cama después. Recuerdo también el primer día que intenté fregar, se me vertió el cubo entero y me puse a llorar y me tiré toda la mañana recogiendo agua, esto me pasó dos veces, pero a la tercera lo conseguí.

Beatriz Mendoza Correa

En casa, mi familia decidió cambiar la bañera por un plato de ducha, y al principio, necesitaba ayuda. Cuando llegaba mi marido por la tarde de trabajar, me ayudaba, pero poco a poco fui intentándolo yo sola, y lo hacía todo con la izquierda como podía. Eso lo fui haciendo con todo, probándome cada día y teniendo que intentar las cosas muchas veces y, poco a poco, con mucho esfuerzo, la situación fue mejorando y yo iba consiguiendo hacer cada vez más cosas por mí misma, recuerdo muy bien la primera vez que me salió una tortilla gorda, me dio una alegría!!

Cuando terminé los dos meses de rehabilitación en Casaverde, decidí ir con mi hermana un día a un centro de rehabilitación de mi pueblo, Plena Inclusión Montijo, para solicitar de nuevo tratamientos para seguir mejorando. No tardé mucho en comenzar.

Beatriz Mendoza Correa

En Plena Inclusión, comencé en logopedia, con María, y en fisioterapia, con Sebas. Cuando comencé con ellos, el brazo a penas lo movía y lo mantenía pegado al cuerpo, la voz todavía necesitaba mejorar mucho. Un día Sebas me dijo “hoy vamos a hacer una cosa” y yo estaba dispuesta a todo. Me colocó sobre una camilla y él se puso unos guantes, después llamó a tres compañeras. Entonces, introdujo sus dedos en mi garganta y realizó unas manipulaciones. Cuando acabó, me dijo “ahora cuando llegues a casa, no hables con nadie hasta que no pasen unas horas”. En casa, yo miraba a mi marido y mi marido me miraba a mí en silencio, yo miraba el reloj y cuando llegó la hora que me había dicho Sebas dije “Pedro” y llamé a mi marido por su nombre, cosa que antes no podía hacer, no me lo podía creer y sentí muchísima alegría. Después de un tiempo, Sebas cambió a otro centro y yo comencé a recibir el tratamiento de fisioterapia con María José, con la que mejoré mucho el brazo, la marcha y la movilidad de mi cuerpo, tanto, que me han dado el alta en fisioterapia. Ahora sigo con logopedia, para seguir mejorando el habla y he comenzado en terapia ocupacional con Paloma, con la que me he animado a contar esta experiencia.

Un poco más adelante, vi que había gente que pasaba por mi puerta para ir a clase de gimnasia y me entraban muchas ganas a mí también, hasta que un día, me decidí ir a hablar con el profesor, Domingo López, para ver si yo podía ir también a las clases. Domingo me dijo que por supuesto, que empezara poquito a poco. Desde el principio, él siempre ha estado pendiente de todo. Me hizo además una revisión a los seis meses y me dijo que había mejorado mucho. Desde entonces, siempre que puedo voy a la gimnasia. Vamos muchas mujeres del pueblo a las clases, yo soy la más pequeña, se portan conmigo muy bien y además de ir a las clases de gimnasia, hacemos otras actividades en grupo, como ir de excursión.

Beatriz Mendoza Correa

Actualmente, me encuentro bastante bien. Soy independiente para mi cuidado personal y también puedo llevar al día todas las cosas de casa, cocino todos los días, plancho, friego, barro, limpio el polvo, etc., lo cual para mí es muy importante. Hago todo esto despacito, a mi ritmo. Además, ahora solo estamos en casa Pedro, mi marido y yo. También tengo las plantas del patio muy bonitas, me gusta mucho cuidar de ellas. He comenzado a retomar el ganchillo y algunas cosas que me gustan. También voy y vengo caminando a todos los sitios, como por ejemplo, al centro de Plena Inclusión. Además de los paseos que me doy con mi hermana o yo sola.

Beatriz Mendoza Correa

También he sido abuela, en junio de 2018 nació mi primer nieto, Adrián, que es hijo de mi hijo Pedro y de Laura, y para mí ha sido algo muy importante y bonito y que ha mejorado mis días.

Después de todo este proceso, me siento afortunada y orgullosa de todo lo que he vivido y conseguido. También me siento muy agradecida con todas esas personas que han recorrido conmigo este camino y que siguen caminando junto a mí. Ha sido un proceso difícil, pero nunca hay que dejar de luchar y mantener una mente positiva, incluso en los peores momentos la esperanza y las ganas nos pueden ayudar a ir dando pasos.