Tren, incienso, humo

(Pág. 5 de la revista, La Ventana de las Vegas Bajas)
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por Alfonso Pinilla


Ahora que el tren rápido ya ha hecho su primer viaje en pruebas, no está de más recordar la historia del ferrocarril en la región desde aquel 28 de junio de 1863 en el que el tren paró en Badajoz. Los cacereños tuvieron que esperar hasta 1865 gracias a la aparición de una mina de fosfatos

Los vecinos esperaban en el andén, era un caluroso 28 de juniode 1863. Después de tanto tiempo, de tantas promesas, el tren aparecía en el horizonte cargado de prosperidad.

Los periodistas no tardaron en publicar sus crónicas: «Presenció Badajoz uno de esos espectáculos cuya fecha no se borra jamás de la memoria de los pueblos (…). Inmenso fue el júbilo de sus habitantes, pero aunque grande, mayor hubiera sido si en vez de recibir la visita del tren desde Portugal, hubiera venido de la Mancha».

La cita es de El avisador de Badajoz’ y está recogida en el trabajo que Antonio Blanch Sánchez publicó en la ‘Revista de Estudios Extremeños’ en 2013, titulado ‘La llegada del ferrocarril a Extremadura: una época de especulación y corrupción’.

Trazados de las
vías férreas serpenteantes
en vez de rectos,
para asegurar
más gasto del material
subvencionado

Especulación

Según este autor, la especulación estaba asegurada porque el Estado subvencionaba el kilómetro de hierro. Ello tuvo como consecuencia que los trazados de las vías férreas fueran serpenteantes en vez de rectos, para asegurar más gasto del material subvencionado.

Y, además, el desarrollo del ferrocarril en España dio lugar a otro error que nos alejaría de Europa: el ancho de las vías era mayor en nuestro país que en el resto del continente.

Tal desbarajuste provocó que la tecnología surgida de la Revolución Industrial para interconectar territorios y hombres, no pudo superar el decimonónico aislamiento español.


Proliferación de vías

Desde 1863 hasta principios del siglo XX, el territorio extremeño vería proliferar numerosas vías férreas que conectaban el sur del país con el norte, y el este con el oeste, abriéndonos a Portugal.

No siempre fue eficaz esa conexión, ni rápida, ni rentable, pero la red viaria española iba cubriendo el territorio nacional con poca prisa y demasiadas pausas.

Extremadura fue uno de los territorios a los que más tardíamente llegó el tren.


Yacimientos de fosfatos

La extracción y comercialización de materias primas era, muchas veces, el motivo del trazado de nuevas líneas. He aquí la causa principal de que el ferrocarril llegara a Cáceres, pues en 1865 se habían descubierto cerca de la ciudad prometedores yacimientos de fosfatos. Resultaba penoso transportar el mineral con carros hacia Mérida y Lisboa, por eso urgía el trazado de nuevos «caminos de hierro» para dar salida a la valiosa mercancía.

Dieciséis años tardó en aparecer el tren. Un lluvioso 8 de octubre de 1881 llegaban a la estación de Cáceres los reyes Luis I de Portugal y Alfonso XII de España en unas «adornadas locomotoras que, obedientes a la dirección de los maquinistas, avanzaron hasta situarse al pie del altar que estaba dispuesto para el acto». «El prelado bendijo a las máquinas –continúa ‘La Época’, en su número del 9 de octubre de 1881–, confundiendo en una plegaria los progresos de la ciencia y la industria modernas con las legítimas aspiraciones de la Iglesia, que van siempre encaminadas hacia la mayor prosperidad de los pueblos».


En Plasencia, ni con rezos

Ni con rezos han logrado los placentinos que el nuevo tren rápido parara en su estación este mes de junio de 2022. Más de un siglo después de la llegada del ferrocarril a Extremadura, está claro que aún debemos aprobar muchas asignaturas pendientes. Y es que seguimos lastrados por el escaso desarrollo económico y demográfico que impedía la proliferación del tren por nuestro territorio.


Los fosfatos de Cáceres no resultaron ser de la calidad esperada, y su producción no fue tan copiosa como se preveía, por eso el ferrocarril fue languideciendo inexorablemente.

Un siglo y medio después, Extremadura continúa sin el músculo industrial y la bonanza económica que sirven de condiciones necesarias, aunque no suficientes, para el fluido transporte de personas y mercancías. Nuevos tiempos y viejos problemas, una constante que se repite en la Historia. Sin embargo, aunque no existan las circunstancias económicas ni demográficas objetivas para la llegada de la gran velocidad a Extremadura, sigue siendo necesario un tren digno. Antaño se recibía el ferrocarril con plegarias e incienso.

Hoy, esa bruma de la divina providencia se ha convertido en el humo denunciado por Juan Carlos López, portavoz de la plataforma Milana Bonita, al referirse a lo ocurrido el pasado 23 de junio en la capital del Jerte. Hasta allí acudieron las autoridades políticas a inaugurar un tren rápido que no parará en la ciudad.

«Nos están vendiendo humo», ha dicho el señor López. Lógico, es lo propio de unos tiempos que ni siquiera son ya líquidos, pues su extremada inconsistencia los ha tornado gaseosos. Pura bruma disipada por la vorágine de la actualidad.


*Artículo publicado originalmente en la edición en papel del Periódico Extremadura.

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