por Blas M. Parejo
Hay noticias que te dejan helado. Como la de tu muerte, que llegó en forma de whatsapp de un amigo común: “Imagino que ya sabrás lo de Susi”, junto a un emoticono de carita triste. No, no lo sabía, pero no hicieron falta más palabras. No era una noticia esperada, no en ese momento. Era sorpresiva, traicionera.
No tuvimos la oportunidad de despedirnos, aunque pude acompañar a tus allegados en el camposanto, entre lágrimas y aplausos. “¡Qué putada!”.
Por deseo de tu familia, llevamos las flores que te ofrendaron al pie del monolito del cementerio, “es lo que ella hubiese querido”.
Aun no he asumido que ya no estás. Todavía tengo la sensación de que te veré en el próximo evento, en las primeras filas del patio de butacas del Teatro, en la Sala Centinela o en la Biblioteca Pública; o que recibiré una llamada o un mensaje de whatsapp, como aquel en el que, tras ver la última foto que te hizo Rut, decías “Chaaaacho. Que bien me habéis sacado. Sin la mijita cáncer ni ná. Parece que estoy sana y lozana como un pero”.
Es cierto, estabas muy guapa y sonriente en esa foto. Así te recordamos. Nada nos hacía presagiar la oscura sombra que se acercaba inexorablemente.
Nos conociamos desde mediados los años 80 del pasado siglo, años de movidas montijanas. Coincidimos en que el año 2011 marcó sendos puntos de inflexión en nuestras vidas. Colaboramos en campañas de cultura, mujer y educación durante tu prolífica etapa como concejala en el Ayuntamiento montijano.
Dejaste huella, entre quienes te conocimos pero también en la historia cultural y social de Montijo. Huella que será recordada institucionalmente con tu nombre, que prestarás a la Biblioteca Pública. Es lo mínimo que este pueblo puede hacer para agradecerte la energía que derrochaste trabajando para el bien común.