Una responsabilidad de cada pueblo

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por Luis Darío Gragera

(Leyendo a Rosi Braidotti: Lo Posthumano)

Que el siglo XXI ha inaugurado un nuevo milenio, a nadie se le escapa. Hoy, son pocos los que dudan de que el comienzo de la demolición del llamado Estado del Bienestar, allá por el 2008, ha enriquecido más a los más ricos, empobrecido a las clases medias, y aumentado el número de personas en riesgo de exclusión social o directamente ya excluidas. En definitiva, el ultracapitalismo moderno se nos impone como ideología biopolítica omniabarcadora, porque controla todas las formas de vida.

Varias son las maneras con las que esta última fase del capitalismo (la ultra) domina e impera en el mundo:

Para empezar, diremos que la piratería es su dedicación más eficiente a la hora de apropiarse de la potencia generativa de las mujeres, los animales, las plantas, los genes y las células.

Además, esto indica que los humanos y otros mamíferos quedamos resituados, junto a las plantas y los minerales, en un lugar común, a modo de materia prima para el intervenido mercado global en el que opera dicha ideología. Ya no hay diferencias éticas en la apropiación de un bosque, un yacimiento de petróleo, o el genoma humano.

Por otro lado (es triste, pero cierto), esta ideología está logrando igualarnos negativamente al resto de especies, fomentando y aprovechando nuestro miedo al fin, a la extinción; con el consecuente obstáculo que esto supone para igualarnos positivamente con dichas especies, encontrando espacios para la convergencia de los diferentes, en pos de la creación de un paradigma constructivo que nos ayude a sortear los problemas acuciantes que se nos plantean en la actualidad. Es como si a estos ideólogos les fuera fácil manipularnos a través del miedo, con un chantaje consistente en que si no colaboramos en su impuesta hoja de ruta, no sobreviviremos; mientras a nosotros nos resultara dificilísimo, casi imposible, encontrar puntos comunes y acuerdos para poner las nuevas tecnologías al servicio de todos: humanos, animales, plantas, el planeta en sí… superando la perspectiva antropocéntrica (propia de este ultracapitalismo) por una visión geocéntrica (posthumana), más acorde con los rasgos de nuestra época: la contaminación extrema, las extinciones, el aumento de la demografía y el proceso de transformación climática característica de nuestra nueva era geológica: el Antropoceno.

Para finalizar, no hay que olvidar que, para este sistema ultracapitalista, los modelos tradicionales de exclusión, explotación y opresión no caducan; es decir, siguen en plena vigencia.

Es por todo lo anterior que el momento histórico que atravesamos resulta a la vez peligroso y fascinante, incierto y esperanzador. Por ello, cobra aún más importancia la proactividad de los pueblos sobre la indiferencia, la pasividad o la resignación. La autogestión colectiva debería encontrar su nexo de unión en el reconocimiento empático de nuestra interdependencia con los otros, ya sean de nuestra misma especie o de las múltiples distintas, tanto viejas como nuevas (animal, vegetal, ciborg o artificial); antes que estar impuesta por el nexo negativo de la vulnerabilidad, la culpa y la melancolía que tanto potencia el moderno capitalismo biogenético y antropocentrista, en su propio beneficio.

De todas formas, aunque las máquinas inteligentes ya estén aquí, deberíamos preguntarnos en qué manos queremos que estén: si al servicio de una oligarquía plenipotenciaria e incontrolable; o al servicio consensuado de los pueblos, que miran hacia una nueva democracia tecnocientífica, como una oportunidad única que revierta en beneficio del bien común.