por Chema Álvarez
Mientras usted permite que le roben sus derechos, su dinero y su dignidad, a plena luz del día y a cara descubierta, embobado o embobada ante pantallas digitales de lucecitas multicolor, gobierno y demás compinches aprovechan para apuntalar un nuevo régimen consentido de libertades oprimidas, prácticas corruptas y leyes injustas, que recupere el “ordeno y mando” de épocas pretéritas en las que tanto el ejercicio del librepensamiento como de la libertad de expresión, así como de asociación, no era solamente reprimido sino, además, condenado en el patíbulo de una buena parte de eso que se llama la opinión pública, mientras una minoría de esa misma opinión daba la alarma ante tales tejemanejes y ejercía, desde la clandestinidad, una arriesgada labor para evidenciar los desmanes de los gobernantes e instruir en los valores democráticos a los gobernados.
Poco importa que los políticos roben, los jueces prevariquen y los golfos se enriquezcan a costa de la miseria de los demás, estos últimos favorecidos por los primeros y protegidos por los segundos. Este país se ha convertido en los últimos años en una república bananera, a pequeña escala y de formas más educadas que la corrupta Uganda de Idi Amin, con la diferencia de que este accedió al poder mediante un golpe de estado y los de aquí mediante elecciones democráticas. No en vano España ocupa el número 38 en la escala de países menos corruptos que elabora la ONG Transparencia Internacional, una escala encabezada por Dinamarca y con países como Botswana (puesto 31) o Bután (30) como menos corruptos que el Estado Español.
Los dos grandes partidos políticos, el PP y el PSOE, se esfuerzan en este recorte de libertades y en la práctica del agiotaje y saqueo de lo público. El primero como heredero de un ideario de la derecha más rancia y chulesca, patrocinadora de un orden natural de la ciudadanía dividido en clases sociales, entre señoritos y criados; el segundo como un batiburrillo de arribistas y aprovechados que jamás leyeron a Marx y que supieron salir en la foto sin moverse para buscar un buen sillón en un partido que renunció a sus principios a la muerte del dictador, con tal de que se le permitiera participar en el juego parlamentario, alternándose ambos partidos en la toma del poder y prodigando jubilaciones de oro en consejos de administración de eléctricas y de bancos.
Y mientras roban a manos llenas, prevarican y golfean, lacras sociales como la violencia machista, la pobreza energética, el fracaso escolar, la desatención en dependencia, el paro endémico, la explotación laboral, los desahucios, el rechazo a los refugiados, el peligro nuclear, la indiferencia ante guerras en las que el gobierno contribuye mediante el comercio de armas y otras muchas más que no cabrían en esta columna siguen sin constituir una prioridad en la política de Estado, secuestrado por un conjunto de políticos corruptos y mediocres gobernantes.
A este panorama se viene a sumar ahora la evidencia de que la justicia no es igual para todos: si robas una gallina para comer vas a la cárcel, si robas la granja entera y eres cuñado del rey te premiarán con un retiro de lujo en Suiza, a costa del erario público.
Como expresó Orwell en su distopía 1984, “la ignorancia es la fuerza, la libertad es la esclavitud”. Ya mucho antes lo dejó escrito Montesquieu en el prólogo de su obra de 1748 El espíritu de las leyes, donde preconizaba la necesaria separación entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, hoy día enmarañados: “No es indiferente que el pueblo tenga ilustración (…) En tiempo de ignorancia, ningún gobernante tiene duda, aún cuando hace los mayores males: en tiempo de luz tiembla uno cuando hace los mayores bienes”.