por Antonia Gómez
Si casi todo en esta vida decepciona siempre hay a lo que aferrarse, mirando la cúspide de la pirámide de la evolución donde se apoltrona el Homo sapiens y señora, veremos desde a mi vecina Mari Carmen por la calle en bata y zapatillas, hasta Sofía Vergara cuyo reino no es de este mundo claramente.
También están Ayuso y Monasterio, alienígenas venidas de un mundo extinto por falta de luces, donde se recibe a puerta gayola y se mata a volapié, de ahí que la presidenta de la comunidad de Madrid proponga una corrida de toros benéfica en honor a los sanitarios y Rocío, capullito florecio, de unos capotazos a las puertas de Las Ventas.
Dado que este es el ejemplo de algunos personajes públicos, qué decir del común de los mortales, limpiándose la bajarera del cubata con las mascarillas y pasando del palmoteo en los balcones a los manotazos de tortuga ninja a los coches de los sanitarios de nuestro centro de Salud.
Ni que decir que hay foros donde respetados intelectuales y libre pensadores, vierten todo tipo de opiniones acerca de “las batas blancas” locales, a los que hasta hace unas semanas aplaudían, y ahora tachan de “cobardes”, “incompetentes”, “cagaos” y demás lindezas.
El Montijo del potorro se queja amargamente desde el sofá pidiendo aclaraciones, cuando la explicación no es otra que su propia incívica conducta, tendente a amontonarse en lo que creen un ágora de debate doméstico.
Porque en las tiendas se hacen colas sin rechistar, pero en el Centro de Salud no, porque para eso pagan el seguro, exiguas cantidades que les da patente de corso para montar cuantas pataletas estimen oportunas, amagando incluso con una manifa.
En ciernes la próxima clausura domiciliaria, volverá la ovación desde las balaustradas y la solidaridad postiza se abrirá paso entre sirenas y arco iris.